La forma de aprender y ver la historia es y ha sido desde hace muchos años una tarea memorística, tediosa y bastante aburrida.
Su tratamiento ha sido llevado a cabo por los docentes de tal forma que el alumno no se le lleva a la reflexión y al análisis. El educando no tiene motivación alguna para llevar un trabajo profundo de la materia debido a que el docente no maneja diversas estrategias de trabajo que motiven a los alumnos. Ante esta perspectiva siempre el responsable será siempre y seguirá siendo el docente.
Los maestros tenemos un pobre concepto de la historia. Se entiende como historia todo aquello que sucedió en el pasado, pero ahora en lo personal mi idea ha ampliado un poco debido a que si es todo aquello que sucedió, mis raíces en mi país, pero también depende mucho de la forma en cómo lo comprendo, lo vivo y lo investigo, ahora se que no me quedaré con la duda sino que me documentaré más con el fin de dar un verdadero sentido a sucesos que marcaron una época, país, continente, etc.
Todos tenemos una misma idea de la manera tradicional en la que aprendimos la historia. Evocamos esas exposiciones magistrales de nuestros profesores en una sola dirección y sin tener en cuenta la participación de los alumnos, solo cuando era necesario la escritura de un sinfín de preguntas, luego la búsqueda de las respuestas, hacer una puesta en común de las mismas con el fin de tener un solo patrón de ideas y por último la utilización de la memoria como el colofón para la realización de un examen.
A partir de ahora se abren una serie de nuevas posibilidades con herramientas y estrategias de trabajo que permitirán al docente dar a la historia el sentido de una ciencia con el fin de lograr en los alumnos la verdadera reflexión y el análisis de los hechos históricos, dar nuevo sentido a su presente y poder realizar un juicio crítico del proceso y de los personajes que en ella participaron.
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